Cáceres o huir, esconderse bajo el sol doliente de mi verano 27 en Calzadilla, salida 88 de la EX-A1, sudando miedo y derrota y mensajes sin enviar en la carpeta de borradores.
Aquí la vida es simple, el gintonic a tres euros, el fracaso de otros. Bebemos hasta vomitar la edad del pavo, reímos hasta perdernos las estrellas, reímos hasta que un coro de perros callejeros se pone a ladrarle a la nada.
Me derramo buscando al amor del asfalto la posibilidad de mi recuerdo al masturbarte, sabiéndote ignorante de que aún me tiemblas aunque ya no hace frío. El cielo abierto me eriza las astillas y me irrito cuando no me sale ser puta sin dejarme la razón a cada beso. Ardo de orgullo, follo de rabia, mi derrota no es tal y no me basta.
Bajo el suelo templado parece aún arder el caciquismo y el hambre. Y aquí nosotras, triste detritus del éxodo rural con las bragas manchadas de alquitrán, maquillamos con grandes éxitos de las verbenas pasadas a las chicas felices y valientes que no somos, dejándonos ser parte de otro agosto al vacío, aquí, aquí tan lejos, donde habite el miedo a las cosas que quizás nunca existieron.