martes, 24 de julio de 2012

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Nunca escribo sobre ti porque no necesito inventarte. 

Nunca escribo sobre ti porque echaste el ancla en mis entrañas, y tu óxido me nutre y me envenena las tardes de domingo. Porque tu habitar agridulce en mi conciencia me hace ser cada vez mejor persona.

Nunca escribo sobre ti porque no dueles, pero te merecerías un idioma por cada vez que no me has dejado tener razón.

Nunca escribo sobre ti porque lo nuestro va más allá del cuerpo, y siempre que uno se da la vuelta a los bolsillos se hiere más de la cuenta. Porque estamos lejos del ensueño pornográfico de las 6 de la mañana. 

Nunca escribo sobre ti porque sigo pensando en devolverte. Pero aquí estás, por encima de toda sospecha y de toda la independencia con la que intento barnizarme. Por eso, quizás por eso nunca escribo sobre ti.

Sin embargo, hoy, que hace ya algún tiempo que te me instalaste dentro, te mereces algún trazo, y que intente sólo un rato quererte como nunca sabré.




lunes, 23 de julio de 2012

...y siempre el mismo verano


            "Alcalá sigue siendo igual.
            La misma ciudad nublada por la calima, adormilada perpetua, muerta por sobredosis de contaminación y de exaltación del opiáceo deporte rey. Ciudad de necios que se maceran en la piscina de la apariencia, que se limitan a repetir como magnetófonos oxidados por el sudor palabras vacías y sueños copiados de revista del corazón.
            La misma parsimonia intelectual de los sectores juveniles adjetivados “alternativos” más por diferenciación de costumbres del lumpen de barrio bajo que por propuesta de una verdadera realidad paralela.
            La misma gente que permanece, los mismos culturetas ofuscados en aprender de memoria nombres y más nombres de otros que fueron realmente distintos y a los que, por pura mediocridad innata, jamás sabrán apreciar. Gente que desconoce los sentidos de las palabras porque permanecen en ese submundo de la cultura recíproca, que contaminan en sus insustanciales tertulias de desatino pedante.
          Los mismos amigos, en el mismo imperecedero punto de inflexión, con las quejas pegadas a los labios y los gestos de huraña marioneta. Con los mismos proyectos erosionados por el roce, por el roce que no ha hecho el cariño sino el desgaste por imposible de unas ilusiones que en realidad nunca lo fueron.
          El mismo ten con ten con la autoridad materna, la misma independencia que ha sido tal desde siempre: negada y renegada sólo como autoafirmación de un poder virtual y de un intento de amistad intergeneracional imposible.
          El mismo aire saturado de la misma habitación, agitando los recuerdos perdidos entre un intento bastante acertado de la música lingüística gabacha.


         El mismo ventilador, que vuela los recuerdos de papel por la ventana."


                 Hallazgo de algo de hace dos años. Andaba por entonces recién llegada de París. Lástima comprobar lo poco ha cambiado todo.




martes, 10 de julio de 2012

Lencería



Me hago mayor y me hago mujer, yo que siempre llegué tarde a todo. También a mirarme en el espejo, a hacerme la raya, a ponerme tacones, a que me importara el vello.

A mis 24 he encontrado en la lencería una pasión secreta. Tengo un cajón lleno de ropa interior que desequilibra un poco el precio al que cobro las clases particulares. Resultó que un día fue mayo y reparé en que necesitaba tirantes nuevos para mis clavículas recién nacidas (de pronto me faltan 8 kilos y he debido parir otros huesos). Pero me di cuenta de que en realidad había gastado dinero para mirarme en el espejo y admirar con asombro mis pezones bajo una delicada tela transparente, mi pubis conjuntado con mis pezones, la forma que daban a mis nalgas poco más que dos hilos sobre mis caderas.

Desde entonces, en días como hoy, donde las letras no forman la palabra justa, donde todo está seco, me quito la sucia tristeza de la ropa de andar por casa, me pinto las uñas, y me admiro en mi nueva redondez, la que me da ha dado la poca edad de la que puedo presumir todavía. Y me regodeo frente al espejo en la dicha de que tengo tiempo, y no estrías.


     No me miren así. No busco la absolución. Esto no es vanidad. Es una forma más de masturbación, como otra cualquiera.