Nunca escribo sobre ti porque no
necesito inventarte.
Nunca escribo sobre ti porque
echaste el ancla en mis entrañas, y tu óxido me nutre y me envenena las tardes
de domingo. Porque tu habitar agridulce en mi conciencia me hace ser cada vez
mejor persona.
Nunca escribo sobre ti porque no
dueles, pero te merecerías un idioma por cada vez que no me has dejado tener
razón.
Nunca escribo sobre ti porque lo
nuestro va más allá del cuerpo, y siempre que uno se da la vuelta a los
bolsillos se hiere más de la cuenta. Porque estamos lejos del ensueño pornográfico
de las 6 de la mañana.
Nunca escribo sobre ti porque
sigo pensando en devolverte. Pero aquí estás, por encima de toda sospecha y
de toda la independencia con la que intento barnizarme. Por eso, quizás por eso
nunca escribo sobre ti.
Sin embargo, hoy, que hace ya algún
tiempo que te me instalaste dentro, te mereces algún trazo, y que intente sólo un rato quererte como nunca sabré.
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