A Carlos y a Míguel.
Oh lámpara redonda
que me dañas
allá de donde vienen
las ideas,
esfera luminosa que
rodeas
los átomos perfectos
de estas almas;
tú, óvalo eléctrico
que arañas
la droga con amor de
las cabezas,
el funky sin locura
de los petas,
el whisky que
alimenta las migrañas;
tú que mueres en las
habitaciones,
tú que vives en todas
las botellas,
tú que iluminas
nuestras juventudes,
no dejes de rumiar
desde tu altura
la cálida resaca que
atesoras:
calla sólo cuando se
mueran las cuerdas.
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