Él escondía su
nobleza detrás de un brillo de hachís en la mirada. Yo tenía buenas notas y
muchas ganas de encontrarme a algún canalla. Quizás por eso decidí jugar a las
películas, y cuando volvimos a vernos acabó calentándose los pies con el
pliegue de la goma de mi sábana bajera.
Con el tiempo, él
se dio cuenta de que yo escondía la lascivia de puta pequeñita detrás de mi
perfeccionismo, y yo de que, cuando se le pasó la fumada, la nobleza la tenía
tatuada en las córneas.
Entonces, las
agujas de mi reloj debieron jugársela todo a una.
Hoy amanezco, en
esta primavera postiza, con un sol que desafía al tratado de Kioto y le hipoteca
la sombra a antenas y chimeneas. Pero a ti no te importa que ya me huela el
aliento a café con leche, ni a mí que me hagas daño cuando me desenredas los
rizos del cuello.
Subo la
persiana. Hay girasoles sobre los tejados.
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Qué buena la entrada. Saludos ^^
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