jueves, 9 de abril de 2015

Vibran los segundos al borde de mis párpados, cristalizo en los semáforos de Ronda de Valencia, regalo marranadas a los taxistas de Atocha mientras Julia araña la puerta del coche como mis niños los minutos del recreo. La mañana huele a pompas de sudor púber y plastidécor, a los besos a saldo en el pasillo de 2º B. 
La tarde resbala y rumia una imparable lesión cervical y el tema 45, lírica culta y lírica popular en el siglo XV, los cancioneros, Jorge Manrique, el romancero; el congreso de Semiosferas y la puta tesis y yo me cago en Fer y en sus promesas de que llegará un apocalipsis dorado al filo de la tercera Grand Cru.
Estrangulada por las 19.54 me sé ya incapaz de articular la vida. Y me brota el futuro como una roca de un charco de petróleo, asomándose hipnóticamente la certeza del dolor que prosigue a mi próximo naufragio. Me estalla la vida adulta a quemarropa, bajo unas nubes primíparas que se empeñan en repudiar la primavera.



No hay comentarios:

Publicar un comentario